De acuerdo a un informe de la OIT, 
las pequeñas y medianas empresas generan entre el 60 y 80% del empleo 
formal en los países en desarrollo y las economías emergentes.
 
En los países en desarrollo, las PyME enfrentan 
desafíos importantes para alcanzar niveles más elevados de productividad
 y para adoptar prácticas sostenibles y responsables en el lugar de 
trabajo. La calidad del empleo es en muchos casos pobre, en términos de 
condiciones físicas como facilidades en el lugar de trabajo, salud y 
seguridad, y en términos de compensaciones (protección social, nivel 
educativo y oportunidades para el desarrollo de capacidades y el diálogo
 social). Las PYME tienen también niveles de productividad 
significativamente más bajos que las empresas de mayor tamaño.
Todo ello, resume un aspecto innegable: las 
pequeñas y medianas empresas se encuentran en una posición de 
desventaja. Para achicar la brecha, desde la OIT se impulsan tres líneas
 de trabajo:
1) promoción de entornos propicios para las empresas sostenibles generadoras de trabajo decente;
2) aumento de la productividad y competitividad de 
las MIPYME, promoviendo su formalización a través de su integración en 
cadenas de valor consolidadas e impulsando modalidades más limpias de 
producción, así como apoyando la formación de los trabajadores;
3) mejoramiento de las condiciones de trabajo y 
ampliación de la protección social, incluyendo la salud y la seguridad 
de los trabajadores, el ejercicio de los derechos laborales y la 
negociación colectiva.
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