Opinión
Desde
 sus orígenes el cooperativismo surgió para dar respuesta concreta a las
 necesidades de lxs trabajadorxs, ya sea para acceder a bienes de 
consumo, a la vivienda, a los servicios públicos, a créditos, para 
generar fuentes de trabajo. Y también como una mirada crítica de la 
economía centrada en la acumulación, y como el ensayo concreto de otra 
economía posible. Además, el cooperativismo desde siempre promueve las 
formas democráticas de la gestión de la economía, y en ese sentido 
fomenta la circulación de la palabra, la horizontalidad, y la 
transparencia de la información. En el plano más humano, favorece el 
encuentro entre iguales, la empatía, el pensar colectivamente, desde lo 
común y para lo común.
Somos organizaciones con siglos de historia. Y en un contexto 
político como el presente, más que nunca, llamamos a defender y cuidar 
herramientas como ésta, que el mismo campo popular ha sabido construir a
 lo largo de su historia. La llegada al poder de este gobierno 
neoliberal conservador y la profundización de políticas de ajuste 
responden a un sistema que tiene en su centro la acumulación de la 
ganancia y la explotación del trabajo humano y de la naturaleza a 
ultranza, sin importar la vida de las personas. En contraparte, las 
formas cooperativas de organización económica, política y cultural 
forman parte del acervo de saberes y prácticas de los sectores populares
 para resistir la avanzada de la derecha, tanto como para imaginar otro 
mundo posible.
Ante políticas sociales desarticuladoras del trabajo asociativo como 
lo son las recientemente lanzadas por el Ministerio de Desarrollo 
Social, Hacemos Futuro, respondemos con más organización. Ante políticas
 económicas que intentan desmantelar a las cooperativas como ser los 
tarifazos, el intento de gravar de ganancias a las cooperativas, o la 
apertura de las importaciones,seguimos apostando al mercado nacional, al
 trabajo y a la inversión de los recursos en nuestros territorios.
Por todo esto nos parece necesario tratar cuidadosamente las 
referencias al cooperativismo en los medios de comunicación, aún cuando 
se utilice la forma cooperativa como “fachada” para evadir impuestos o 
encubrir cualquier tipo de explotación. Al propio movimiento le cabe 
también atender a este problema, para combatir las prácticas 
fraudulentas, y al mismo tiempo asumir el desafío de contener las 
necesidades generadas por la precarización de la vida en los tiempos que
 corren.  
Mientras tanto, desde el cooperativismo genuino propiciamos el 
desarrollo de espacios para debatir, preguntarnos y transformar nuestras
 propias realidades. Y a la vez construimos herramientas concretas para 
el sostenimiento económico todas aquellas personas que por su identidad 
de género son discriminadas o excluidas del mercado de trabajo. La 
batalla cultural que damos desde el cooperativismo transformador es 
también una batalla contra el patriarcado. Las cooperativistas desde 
hace tiempo somos parte activa del movimiento de mujeres e identidades 
femeninas en nuestro país, en los últimos tiempos del “Ni Una Menos”, 
pero también anteriormente a través de los Encuentros Nacionales de 
Mujeres, que tienen más de 3 décadas de vida. Inseparablemente 
feministas y cooperativistas, elegimos y defendemos esta forma de vida 
con compromiso y convicción.
* Integrantes del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
Fuente:Pagina/12 
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