Monopolios en las economías de la red:Las relaciones laborales en los gigantes de Internet. La responsabilidad de regulación de los Estados
Los
 trabajadores de las grandes empresas de la red hoy son la última escala
 de la precarización. Esas firmas son tan exitosas como generadoras de 
desigualdades como la contracara de sus ganancias extraordinarias.

“El trabajo cambiará, se reducirán o eliminarán puestos por la automatización o por la inteligencia artificial”, afirma Zuazo. 
Imagen: Sandra Cartasso
Imagen: Sandra Cartasso
Habría
 que remontarse a la explotación de los ferrocarriles y del petróleo en 
el siglo XXI para encontrar un parámetro de comparación con el éxito de 
los súper millonarios que manejan las empresas tecnológicas más 
importantes del planeta: Mark Zuckerberg de Facebook, Larry Page de 
Google, Bill Gates de Microsoft, Jeff Bezos de Amazon. El nivel de 
ingresos alcanzado por las economías de plataforma tiene lugar en un 
momento de gran concentración económica y, como contracara, de altos 
niveles de desigualdad en el reparto de la riqueza, advierte la experta 
en tecnología, Natalia Zuazo, y autora de Los dueños de internet 
(Debate).  
¿Cuál es el riesgo de tan vertiginoso crecimiento de las economías de plataforma? 
–Desde el Foro Económico de Davos así como diversos economistas de 
Harvard y el propio Joseph Stiglitz advierten que estas empresas tan 
innovadoras y exitosas están generando grandes desigualdades como 
contracara de sus ganancias excesivas. Con la inteligencia de los datos 
como denominador común, las economías de plataforma tienden a 
monopolizar el mercado gracias a un nivel de innovación alcanzado sobre 
una determinada área que es imposible de superar. Google empezó hace 20 
años con un buscador, generó otros servicios como los mails, luego 
Google shopping, posteriormente los mapas. Otro caso elocuente es el de 
las plataformas de comercio electrónico que crean su propia moneda para 
las transacciones, es decir, un sistema financiero paralelo. Como 
consecuencia, el costo de no estar en esas plataformas termina siendo 
alto. 
¿Qué efectos tiene la lógica de las economías de plataforma 
sobre las rutinas de sus trabajadores y cómo afecta la generación o 
eliminación de puestos de trabajo? 
–El principal valor de estas empresas está puesto en el software y 
las conexiones, y van aumentando su valor con la gran cantidad de datos 
que acumulan y analizan para ofrecer mejores servicios, cada vez más 
personalizados. Saben qué quiere el consumidor hoy, pero también 
entienden qué querrá mañana y, a partir de esos datos, se alían y son 
valiosos a empresas o Estados para los que esa información resulta 
relevante. 
¿Podría dar un ejemplo de esa conveniente alianza? 
–Si Google tiene la información de lo que le gusta comer a las 
personas de determinada ciudad, con esos datos podrá saber dónde hace 
falta poner una pizzería. Gracias a sus mapas sabe cómo se mueven las 
personas y, por lo tanto, podrá predecir dónde hace falta más 
transporte, de qué tipo, en qué horarios. ¿Qué hace Uber? ¿Dónde reside 
su innovación? Esa plataforma tiene un gran sistema de predicción y 
conexión entre oferta y demanda. La inteligencia de datos le permite 
saber dónde se necesitan viajes y dónde se ofrecen, y los conecta. Los 
trabajadores son una parte de ese engranaje. Pero en vez de empleados, 
Uber quiere decirle “asociados” y no llamarse a sí mismo empleador. 
Dicen que aportan sólo la tecnología.
¿Es en referencia a este tipo de relación laboral que se autodefinen como “economías colaborativas”? 
–Ellos dicen: “aportamos un valor extra al colocar a personas que 
ofrecen un servicio y personas que demandan un servicio; ese es nuestro 
valor”. Pero bajo el conectar personas también definen las condiciones 
laborales de los trabajadores, por ejemplo, al establecer las tarifas 
con las cuales se venden sus servicios. Uber define cuánto se paga cada 
viaje, no hay una negociación posible en ese plano. Pero no sólo eso: 
con los datos que recaba sabrá cuánto se podrá cobrar un viaje en 
función de la demanda y de la cantidad de trabajadores que haya en la 
calle un día de lluvia, por caso. Es un control absoluto sobre la 
relación que en este caso tienen las empresas tecnológicas. 
El que estas empresas escondan ese control sobre la relación 
laboral detrás de un cálculo algorítmico, ¿las exime de responsabilidad 
laboral?
–Claro que no, y de hecho en la Unión Europea, los sindicatos y las 
comisiones de trabajo que se ocupan de este tema, plantean lo contrario:
 hay que invertir la carga de la prueba. Son las plataformas las que 
tienen que demostrar que no son empleadoras y no los trabajadores hacer 
juicios para comprobarlo. Las historias que recojo en el libro “Los 
dueños de internet” evidencian que los trabajadores nunca saben cómo 
serán esas condiciones laborales, pero igual tienen que cumplirlas. Por 
eso la Confederación Europea de Sindicatos estableció que las 
plataformas cumplan una serie de medidas como informar claramente a los 
trabajadores cuáles serán las condiciones y las reglas de trabajo, y 
garantizar un salario mínimo.
¿A qué responde esta reacción gremial? 
–Las plataformas contribuyen a la llamada “gig economy”, es decir a 
una división de tareas permanente, que supone una gran inestabilidad en 
el flujo de trabajo. Eso hace que no puedas planificar algo tan simple 
como cuánto vas a ganar a fin de mes. Está estudiado que los 
trabajadores de plataformas hoy son la última escala de la 
precarización, muy por debajo de los freelancers independientes de otras
 profesiones. Por eso los sindicatos europeos reclaman el “salario 
mínimo de plataforma”. Otro de los reclamos es que, dado que estas 
empresas rankean al trabajador, el trabajador pueda trasladar su ranking
 de una empresa a otra, si decide cambiar de compañía. La respuesta de 
la empresa es que “te rankea el algoritmo”, pero lo cierto es que a ese 
algoritmo lo define un criterio humano y corporativo. Por último, piden 
que haya una protección ante un despido injustificado porque tampoco hay
 a quién reclamarle frente a un despido. 
Frente a estas decisiones no reguladas y, por ende, arbitrarias, ¿qué tipo de defensa laboral es posible instrumentar? 
–Hay dos opciones. Una es recurrir a los sindicatos que ya existen. 
Los trabajadores de Glovo, de Rapi o de Uber podrían estar contemplados 
por el convenio de los trabajadores del transporte o en el sindicato 
dirigido por Moyano. En ese caso, el gran desafío reside en que estas 
plataformas generan tareas segmentadas, por lo que habría que 
enmarcarlas en nuevos formatos de la “gig economy”.  
¿Por qué afirma que esto será un desafío para los sindicatos actuales? 
–Porque los afiliados de los sindicatos actuales, por lo general, son
 trabajadores en relación de dependencia, los ampara un contrato firmado
 con un determinado empleador. Para representar a estos nuevos 
trabajadores, los sindicatos deben comprender que esta es una dinámica 
laboral fragmentada e inestable. En noviembre del año pasado la Unión 
Europea elaboró un informe llamado “La protección social de los 
trabajadores en las economías de plataformas”. Ese trabajo contiene una 
encuesta a 1200 trabajadores de plataformas donde se evidencia el fuerte
 vínculo entre el trabajo de plataforma y la precariedad. 
¿Cuál sería la segunda modalidad de agremiación de estos trabajadores? 
–La segunda opción es recurrir a los sindicatos específicos de 
plataformas digitales. El más grande se llama “Fair Crowd Work”, con 
base en Alemania, y alberga a todos los trabajadores de plataforma. En 
parte es un sindicato y en parte, un centro de ayuda para estas 
personas, porque entienden claramente cuáles son sus condiciones 
laborales. Lo dice la Organización Internacional del Trabajo: hay que 
proteger a las personas, no a los empleos. Estas dos opciones apuntan a 
la protección sindical. Pero hay también desafíos para los Estados. 
¿En qué consiste esos desafíos? 
–El trabajo efectivamente va cambiar, se reducirán o eliminarán 
puestos de trabajo por la automatización o inteligencia artificial y 
transformarán en otro tipo de trabajo. En esa transición hacia un nuevo 
tipo de trabajos las personas deben tener la oportunidad de aprender a 
desarrollar nuevas tareas. El ingreso universal es una de las 
iniciativas que hoy está en debate para atender a esas personas que 
pierden sus puestos de trabajo. En los países escandinavos se está 
implementando en forma experimental. Por otro lado, se plantea que se 
refuercen los modelos de servicios universales, que contemplen la salud,
 la educación y otros servicios básicos o una mezcla de un ingreso 
universal y la prestación de servicios universal. Yuval Noah Harari, en 
su libro “21 lecciones para el siglo XXI”, afirma que el gran peligro de
 este siglo no será tanto la explotación como la irrelevancia del 
trabajador. ¿Qué hacer frente a eso? El Estado debe garantizar un 
ingreso universal, prestación de servicios universal y educación para el
 trabajador. Pero para eso hay un desafío extra: una cooperación 
internacional donde quienes más aporten sean los países o regiones como 
Silicon Valley que hoy se están llevando las ganancias exponenciales, y 
sean ellos quienes aporten a reducir las desigualdades que crearon. 
¿Cómo sería posible financiar el servicio universal si esas 
empresas están eximidas del pago de impuestos en los países donde 
explotan sus plataformas?  
- Ese es el principal problema relacionado con el carácter universal 
de las plataformas e Internet. ¿Estarán de acuerdo las empresas de 
Silicon Valley con poner recursos para financiar los servicios 
universales? La mayor dificultad reside en cómo se equilibran esos 
recursos que hay que invertir globalmente.
Fuente:pagina12 
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