Durante
 los últimos años tuvo lugar un importante crecimiento de modalidades 
laborales más flexibles que la del trabajo asalariado registrado bajo 
contrato por tiempo indeterminado. Detrás del discurso emprendedorista 
se oculta la explotación laboral.

Imagen: Bernardino Avila
Producción: Tomás Lukin
Menos derechos e ingresos
Por Matías Maito y Diego Schleser *
El crecimiento del trabajo independiente es la expresión de una nueva
 generación de jóvenes emprendedores que optan por desarrollar sus 
carreras profesionales de un modo menos rígido, valiéndose de la 
posibilidad de “ser sus propios jefes” y de organizar sus propios 
horarios? ¿O, por el contrario, es el subterfugio posible que encuentran
 quienes no logran insertarse en un empleo bajo relación de dependencia y
 deben resignar la posibilidad de tener un ingreso estable con los 
derechos y beneficios que esta modalidad garantiza?
Desde poner una cervecería artesanal hasta alquilar el jardín o la 
parrilla de la propia casa, distintos funcionarios de gobierno han 
promovido la incursión en esta modalidad ocupacional. La iniciativa 
personal, la creatividad, la capacidad de innovar y de ofrecer productos
 y servicios novedosos: todas cualidades de un estereotipo de 
“emprendedor” que, con su pujanza, habría venido a sacudir no sólo el 
mercado sino también la estructura de empleo de nuestra sociedad.
Y de la mano de este nuevo paradigma conceptual, algo parece estar 
transformándose efectivamente en la estructura ocupacional argentina. 
Porque durante los últimos años tuvo lugar un importante crecimiento de 
modalidades laborales más flexibles que la del trabajo asalariado 
registrado bajo contrato por tiempo indeterminado. En particular, el 
trabajo independiente fue la modalidad de empleo que más creció entre 
2016 y mediados de 2018: su contribución al crecimiento del empleo en 
esa etapa fue tres veces superior a la del trabajo asalariado registrado
 en el sector privado; y entre los segundos trimestres de 2017 y 2018, 
casi dos de cada tres nuevos puestos de trabajo fueron de 
cuentapropistas.
Pero ¿cuál es la verdadera naturaleza de esta modalidad laboral? La 
expansión del trabajo independiente que tuvo lugar desde la asunción del
 actual gobierno nacional reforzó el perfil caracterizado por un 
limitado nivel de calificación que es propio de este segmento 
ocupacional. Según los datos relevados por la Encuesta Permanente de 
Hogares del Indec, entre 2016 y 2017 creció particularmente la cantidad 
de trabajadores independientes que se desempeñan en tareas operativas 
(12 por ciento) y, en menor medida, aquellos que realizan tareas no 
calificadas (4 por ciento). En simultáneo, el número de profesionales y 
técnicos se contrajo (2 por ciento). Las ocupaciones de índole operativa
 que mayor contribución realizaron al crecimiento fueron las de cuidado y
 atención de personas (peluqueros, depiladores, manicuras, etc.), 
servicios sociales varios (jardineros, paseadores de perros, etc.), 
gestores administrativos y comercio directo (vendedores, telemarketers).
La incorporación de trabajadores con un alto nivel educativo fue 
especialmente determinante para el crecimiento del trabajo independiente
 en tareas operativas. En efecto, durante esta etapa tuvo lugar un 
fenómeno (poco auspicioso, por cierto) de sobrecalificación de la mano 
de obra, por el cual trabajadores con terciario o universitario pasaron a
 desempeñarse en ocupaciones no calificadas o de baja calificación.
Si miramos lo que ocurre en otros países, también se advierte que 
esta modalidad laboral coincide mucho más con una típica actividad 
económica de subsistencia que con la imagen del emprendedor tecnológico 
que plantean algunos observadores. El trabajo independiente sólo es 
relevante en aquellos países que presentan estructuras productivas 
insuficientemente desarrolladas para emplear a toda la población que 
desea trabajar. Ejemplos claros son Colombia, Perú y Ecuador, donde un 
tercio o más de los ocupados trabajan por su cuenta. En el otro extremo 
se encuentra las naciones más avanzadas, donde el trabajo independiente 
representa una proporción muy acotada de la estructura ocupacional. Un 
caso emblemático es Estados Unidos, uno de los países más identificados 
con el paradigma del emprendedorismo: allí sólo el 6 por ciento del 
total de los trabajadores se desempeña bajo esta modalidad.
En definitiva, la reciente expansión del trabajo independiente no 
estaría reflejando una búsqueda genuina de mayor flexibilidad y 
autonomía en el trabajo por parte de un sector de la sociedad. Más bien,
 parece ser el resultado de un mercado laboral que, a la par que cierra 
la puerta de las modalidades de empleo más estables y con mayores 
niveles de protección social, ofrece como alternativa posible una opción
 con menos derechos y menos ingresos.
* CETyD-Idaes-Unsam
Fuente:Pagina/12 
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