El
 TOF 1 de San Martín condenó a Pedro Müller y Héctor Sibila a penas de 
diez y doce años de prisión por haber sido partícipes de delitos 
cometidos durante la dictadura contra trabajadores de la multinacional. 
También fue condenado el represor Santiago Riveros.

Las víctimas y sus familiares llevaban pañuelos con la leyenda “Juicio y castigo. Ford Nunca Más”. 
Imagen: Bernardino Avila
Imagen: Bernardino Avila
El
 Tribunal Oral Federal 1 de San Martín condenó a los ex directivos de la
 multinacional Ford Pedro Müller y Héctor Sibila por el secuestro y las 
torturas de trabajadores de la planta de General Pacheco, durante la 
última dictadura cívico militar. Müller, que era jefe de manufactura en 
el momento de los hechos, recibió la pena de diez años de cárcel. 
Sibila, a cargo de la seguridad de la planta, doce años. El tercer 
imputado, el represor Santiago Riveros, también fue condenado a quince 
años de cárcel. El TOF consideró que las penas deben cumplirse en 
cárceles comunes. 
Aunque las condenas son sensiblemente menores a las alegadas por las 
querellas y la fiscalía –sus pedidos fueron de 25 años para cada 
acusado–, las penas son históricas ya que es la primera vez que la 
Justicia argentina condena a directivos de una multinacional como Ford 
no solo por su complicidad con el plan sistemático de la última 
dictadura, sino por su participación directa en los crímenes de ese 
genocidio. Por unanimidad, los jueces del TOF 1 de San Martín, Mario 
Gambacorta, Osvaldo Facciano y Eugenio Martínez Ferrero, calificaron los
 hechos debatidos en el juicio como delitos de lesa humanidad. 
Tomás Ojea Quintana, abogado de los trabajadores víctimas junto a 
Elizabeth Gómez Alcorta, definió la condena como “un logro 
impresionante”. “Se hizo justicia. Quedó completamente acreditado que la
 empresa Ford fue cómplice de la dictadura militar”, explicó. Interpretó
 el fallo como “un hito importantísimo en el proceso de memoria, verdad y
 justicia”. “Esperamos que a partir de esto todos los otros juicios 
puedan tomar el camino correcto”, concluyó. Además, adelantó que la 
querella intentará avanzar sobre la responsabilidad empresarial de la 
multinacional. “Este juicio fue contra los individuos. Nuestro próximo 
objetivo es la sociedad Ford y que sea la empresa la que rinda cuentas”,
 apuntó.
El clima previo a la condena era optimista, como de llegada a una 
meta ampliamente esperada. Los trabajadores de la Ford que sufrieron los
 secuestros, las torturas y el encierro y cargaron sus consecuencias 
hasta hoy, abandonaron la sala de audiencias de los tribunales federales
 de San Martín con optimismo. A pesar de que tuvieron que escuchar, una 
vez más, a Müller burlarse de ellos. Haciendo uso del derecho que le 
corresponde a todo acusado de hablar antes de oír la sentencia en su 
contra, dijo que había venido a la Argentina en el ‘49 y que desde 
entonces trabajó en el rubro automotriz. Qué “siempre” se comportó de 
manera “política sin molestar a nadie”. “Tengo la conciencia tranquila”,
 acotó. 
Fue el único que habló y, aún así, no empañó la jornada al grupo de 
impulsores de la investigación, responsables de que lo que sucedió 
dentro de la planta de General Pacheco aquellas primeras semanas del 
golpe militar saliera a la luz y sus responsables sean investigados, 
enjuiciados y condenados. No paraban de dar entrevistas, de abrazarse 
entre sí y con sus familiares –compañeras, hijes, hermanos, amigues–, 
aunque la ansiedad no los abandonaba. Todos y todas llevaban un pañuelo 
blanco atado al cuello o a la muñeca con la leyenda “Juicio y castigo. 
Ford Nunca Más”. 
Luis María de Giusti es uno de ellos. Era delegado del comedor y 
tenía 19 años cuando fue “levantado”, el día del golpe, junto a Jorge 
Constanzo en un Ford Falcon dentro de la planta. Lo llevaron al quinto 
con otros compañeros y lo torturaron durante horas. De allí, lo llevaron
 a la Comisaría de Pacheco, luego a Devoto y luego a la U9 de La Plata. 
Lo largaron al año. Momentos antes de escuchar el fallo, De Giusti 
remarcó que “algo de angustia” sentía debido a que “muchos responsables y
 muchos compañeros nuestros murieron” antes del juicio. Nicolás Courad, 
que fue presidente de la planta durante los años de la dictadura, y el 
ex gerente de relaciones laborales Guillermo Galárraga murieron hace 
años. Ellos, sostuvo De Giusti, “tuvieron la posibilidad de tener 
nietos, de llevarlos a la plaza, de ir al club. Nosotros perdimos a la 
mitad de los compañeros y no por viejos. Las torturas, el encierro sin 
razón y sin motivo, sin juez ni abogado pasan factura. ¿Qué hicimos 
nosotros para merecer lo que nos hicieron? Ni una piedra, ni un 
naranjazo le tiramos a la Ford”.
Tras la condena, largó el llanto. “Imposible que no hubiera condena 
si sobraron pruebas de que fueron ellos, los patrones, los que nos 
entregaron”, sostuvo con la vista, a cada rato, alzada al cielo. “Hay 
muchos compañeros que no llegaron. Para ellos también es esta alegría”, 
completó. 
Las condenas llegaron pasado el mediodía. Expresamente, el presidente
 del tribunal advirtió a los presentes en la sala que no dijeran nada a 
medida que él leía el extracto resolutivo del fallo. Momentos antes 
habían ingresado Müller y Sibilla –Riveros permanece en prisión 
domiciliaria–, a quienes los trabajadores, sus familias, los militantes 
que fueron a acompañarlos, recibieron con un “como a los nazis les va a 
pasar, adonde vayan los iremos a buscar”. Ante la advertencia del 
magistrado, el ex delegado de Ford Pedro Troiani, una de las víctimas 
del juicio, se desanudó el pañuelo y lo extendió para que Müller lo 
viera.
El primer condenado del fallo fue Riveros, considerado coautor de 
allanamientos ilegales, privaciones de la libertad y aplicación de 
tormentos agravados por ser la víctima un perseguido político. Fue 
penado con 15 años de cárcel, condena que se le suma a las otras –entre 
ellas, varias perpetuas– que ha recibido estos últimos años por delitos 
de lesa humanidad. A Müller y a Sibilla el tribunal los halló partícipes
 necesarios de los secuestros que sucedieron dentro de la planta de 
General Pacheco y de las torturas al grupo entero de trabajadores de la 
Ford que resultaron víctimas de este episodio de terrorismo de Estado. 
Al primero le dieron diez años de cárcel y al segundo, doce. Los jueces 
declararon como delitos de lesa humanidad los hechos que se debatieron 
durante el año de juicio oral y advirtieron que los condenados debían 
cumplir sentencia en cárceles comunes, aunque la aclaración fue solo 
conceptual ya que inmediatamente después de decirlo, habilitaron la 
prisión domiciliaria para los tres. Ninguno tiene menos de 80 años. 
Adentro y afuera de los tribunales estallaron los aplausos, que se 
extendieron en abrazos y festejos a medida que los presentes fueron 
desalojando las salas. A Carlos Propato, uno de los trabajadores 
víctimas del juicio, la emoción apenas lo dejaba hablar. “Esto es 
importante no solo para nosotros sino para todos los laburantes”, 
destacó. “Hace 42 años que estamos esperando esto, 42 años de 
sufrimiento nuestro, de todos nuestros compañeros, de nuestros hijos, de
 nuestras familias”, contó Ricardo Ávalos, otra de las víctimas. Cuando 
fue secuestrado, torturado y luego “blanqueado” en Devoto dejó “una nena
 de cuatro años y otra de un año y ocho meses y mi compañera tuvo que 
salir a buscar otro trabajo para mantenerlas. Sin razón me detuvieron, 
sin ninguna razón nos hicieron pasar por todo esto. Éramos unos bichos 
mal vistos y no era así, éramos simplemente obreros. Por eso hoy van a 
tener que pagar”, completó.
La madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas celebró la condena. También 
lo hicieron el fiscal federal Félix Crous, los referentes del Centro de 
Estudios Legales y Sociales Horacio Verbitsky y Diego Morales; la 
dirigente de izquierda Vilma Ripoll, y Victorio Paulon, secretario de 
derechos humanos de la CTA: “Esto prueba más que la complicidad, estos 
eran los dueños del golpe”, definió.
Comentarios
Publicar un comentario