OLIGOPOLIOS, PYMES, PRODUCTIVIDAD Y TRABAJADORES
La distribución del ingreso dentro de los sectores
del capital muestra fuertes asimetrías y refleja un aspecto importante
de la puja distributiva.
Por Emilio Katz *
En el
suplemento Cash se han publicado varios artículos sobre oligopolios e
inflación. Uno de ellos, partiendo de un trabajo del Estudio Bein sobre
la evolución del salario real de los trabajadores y de los “márgenes
unitarios” de los productos del sector industrial para los últimos diez
años, arriesga algunas conclusiones sobre quiénes resultaron los
verdaderos ganadores en la puja distributiva y además considera que la
inflación no puede ser atribuida a la acción remarcadora de los
oligopolios o monopolios, sino que éstos perdieron en la puja
distributiva; aunque no todos hayan perdido por igual. Frente a
postulados de tal magnitud, intentaré volcar algunas reflexiones con el
ánimo de aportar al debate sobre cuestiones que hoy ocupan un lugar
importante en la confrontación ideológica.
La puja distributiva nace con el modo de producción capitalista, en
cuyo contexto (y en distinto grado según la correlación de fuerzas de
cada etapa) obreros y patrones disputan las proporciones en que habrá de
distribuirse la riqueza generada en el proceso productivo. El
desarrollo y consolidación del capitalismo fue evidenciando un proceso
de concentración de la riqueza cada vez más acentuado, en el que
oligopolios y/o monopolios pasaron a controlar el poder económico y el
poder político de los Estados. Si se analiza el caso de América latina,
se observan dos situaciones diferentes. Por un lado, países como Chile y
Colombia, donde obviamente hay puja distributiva y sin embargo los
índices de inflación son relativamente bajos. Por el otro, los casos de
Argentina y Venezuela, donde los índices son más altos. Es posible
suponer que en los dos primeros es porque sus gobiernos tienen mayor
afinidad ideológica con el poder económico, por no decir que representan
sus intereses. En cambio, en Argentina y Venezuela, sus gobiernos,
elegidos ambos por más del 50 por ciento del voto popular, son
fuertemente resistidos por los grupos más concentrados de la economía y
levantan el tema de la inflación (de la cual son los primeros
responsables) como uno de los elementos centrales de sus reclamos.
Los aumentos salariales que se acuerdan en paritarias por sector
repercuten en las estructuras de costos de las empresas de distinta
manera:
- En las mipymes, donde se genera el 70 por ciento del empleo de
mano de obra y el 40 por ciento del PBI y cuyo proceso productivo es de
mano de obra intensivo, todo aumento salarial afecta la estructura de
costos en un 25 por ciento aproximadamente.
- Por el contrario, en las grandes empresas monopólicas u
oligopólicas, que producen con capital fijo intensivo y altos niveles de
robotización, el aumento salarial repercute en un 5 por ciento en la
estructura de costos. Este grupo de empresas tiene la capacidad de fijar
precios a su arbitrio. Cada vez que estas empresas trasladan el aumento
salarial a los precios por encima del 5 por ciento, obtienen una
ganancia extraordinaria y es causal de inflación.
Es bueno recordar que cuando se dispuso la Asignación Universal por
Hijo, la industria alimentaria, altamente concentrada, remarcó precios
al instante sin ninguna modificación en su estructura de costos,
capturando, así, una parte importante del subsidio. Veamos los
indicadores “aproximados” que surgen de ese informe. Los “márgenes
unitarios” de los productos del sector industrial descendieron un 10 por
ciento desde 2002 a 2012. Con diciembre de 2001 como base 100, los
salarios del sector privado registrado se encontraban en 2012 en 141,5 y
los del sector privado informal en 123.
Estos indicadores, por sí solos, son insuficientes para sacar
conclusiones. No es correcto asimilar un indicador de todo el sector
industrial a una reducida cantidad de oligopolios y/o monopolios
generadores de precios. No se toma en cuenta el fuerte incremento en la
productividad de la mano de obra, que incide en una caída del salario
por unidad, muy superior a la del “margen unitario”. Esa diferencia, que
es apropiada por los sectores más concentrados, constituye una ganancia
extraordinaria y es parte integrante de la puja distributiva.
La distribución del ingreso dentro de los sectores del capital
muestra fuertes asimetrías y refleja un aspecto importante de la puja
distributiva. Las empresas concentradas, fijadoras de precios, les
imponen a las mipymes, vía precios de insumos, fuertes condicionamientos
que disminuyen su rentabilidad.
En resumen, al cabo de diez años el PBI industrial se duplicó,
creció el nivel de ocupación laboral, aumentó la productividad, mejoró
el salario real. Al mismo tiempo, el proceso de concentración de la
economía continuó profundizándose y un grupo pequeño de empresas, con el
poder suficiente para fijar precios a su arbitrio, se fue quedando con
parte de la riqueza generada en los diferentes eslabones de la cadena de
valor, como también con parte del aumento a los jubilados y del
subsidio universal por hijo por la vía de la remarcación lisa y llana de
precios de aquellos productos que integran la canasta familiar, y con
parte del valor resultante de la mayor productividad de la mano de obra.
La mejora en el salario real no les fue extraída a los oligopolios,
sino que fue resultante de una mayor creación de valor, se volcó al
consumo y actuó como dinamizador del mercado interno y por ende, de toda
la actividad económica
* Economista, dirigente de Apyme y directivo de Caibyn.
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